Peste

La Peste Escarlata

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    [...] dos mil trece. ¡Señor! ¡Señor! ¡Cuándo pienso en ello! Hace sesenta años. ¡Y
    hoy soy el único sobreviviente de aquel tiempo!
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    sabéis, hijos míos...

    sabéis, hijos míos...
    Sabéis, hijos míos, sabéis que yo he visto estas orillas hirviendo de vida? Aquí se apretujaban cada domingo hombres. Mujeres y niños. En vez de osos a la espera de devorarlos, había la arriba, en la cima del acantilado, un magnifico restaurante donde uno encontraba todo lo que quería comer. Vivían entonces en San Francisco cuatro millones de personas. Y ahora en todo el territorio, no quedan ni cuarenta.
  • 10

    Esas casas...

    Esas casas...
    Pues bien! En la Universidad de California (así se llamaban esas casas) se enseñaba a los jóvenes y las jóvenes toda clase de cosas. Se les enseñaba a pensar a ilustrar la mente. Del mismo modo que yo acabo de enseñaros, por medio de la arena, las piedras, los dientes y las conchas, a calcular cuántos habitantes tenía entonces la tierra. Había mucho que enseñar. A los jóvenes se les llamaba "estudiantes".
  • 14

    El viejo, herido...

    El viejo, herido...
    El viejo, herido en su interpretación, se echo a llorar silenciosamente. Gruesas lágrimas corrieron por las arrugas de sus mejillas. Su expresión dolorida traicionaba toda la decrepitud física y moral de sus más de ochenta años.
  • 16

    Aquel cuarto

    Aquel cuarto
    Mientras yo permanecía aquel cuarto de hora en la clase con la moribunda, había sido dada la alarma en toda la universidad. Por todas partes los estudiantes, que eran más de un millar, huían de las aulas y de los laboratorios. Cuando salí para ir a presentar mi informe al decano de la facultad, encontré delante mío un desierto. Solamente unos pocos rezagados cruzaban todavía los patios interiores en su huida hacia sus casas. Algunos corrían.
  • 19

    De casa a la Universidad

    De casa a la Universidad
    Vuelvo a momento en que empezaba el gran éxodo de las grandes ciudades y en que yo, aislado en mi casa, seguía comunicándome por teléfono con mi hermano. (...) Acordamos finalmente encontrarnos en el edificio de la universidad dedicado a la escuela de química. Nos llevaríamos allí unas reservas de provisiones. Luego nos atrincheraríamos, impediríamos, así fuera por la fuerza de las armas, que nadie se nos acercara, y esperaríamos acontecimientos.
  • 24

    Gérmenes

    Gérmenes
    Nuestra situación se hacía muy peligrosa: los gérmenes de la peste que emanaban aquellos cadáveres iban a entrar libremente por las ventanas desprovistas de vidrios
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    La tribu

    La tribu
    Se trataba, como supe posteriormente, de la tribu de los Santa Rosa, y seguí sus huellas por el antiguo sendero que seguía la vía del
    ferrocarril, a través de las marismas que se extienden hasta el valle de Sonoma.