Ruta literaria Marina Érica y Gala

  • Estación de Francia

    Estación de Francia
    El sospechoso vagaba por la estación de
    Francia como un alma perdida en una catedral forjada de hierro y niebla. El
    agente se me aproximó con aire de novela negra. Me preguntó si mi nombre era
    Óscar Drai y si era yo el muchacho que había desaparecido sin dejar rastro del
    internado donde estudiaba. Asentí sin despegar los labios. Recuerdo el reflejo de
    la bóveda de la estación sobre el cristal de sus gafas.
  • Paseo Colón

    Paseo Colón
    Me acompañó hasta la calle y allí se despidió, sin preguntarme dónde había estado. Le vi alejarse por el Paseo Colón. El humo de su cigarrillo intacto le seguía como un perro fiel.
  • Carretera de Vallvidrera

    Carretera de Vallvidrera
    Por entonces y o era un muchacho de quince años que languidecía entre las paredes de un internado con nombre de santo en las faldas de la carretera de Vallvidrera.
  • Barrió de Sarrià

    Barrió de Sarrià
    En aquellos días la barriada de Sarriá conservaba aún el aspecto de pequeño pueblo varado a orillas de una metrópolis modernista.
  • Internado de sarrià

    Internado de sarrià
    Su monumental fachada sugería más un castillo que una escuela. Su angulosa silueta
    de color arcilloso era un rompecabezas de torreones, arcos y alas en tinieblas.
    El colegio estaba rodeado por una ciudadela de jardines, fuentes, estanques
    cenagosos, patios y pinares encantados.
  • Paseo de la Bonanova

    Paseo de la Bonanova
    La mayoría de las antiguas mansiones señoriales que en su día habían poblado el
    norte del Paseo de la Bonanova se mantenía todavía en pie, aunque sólo fuese en
    ruinas. Las calles que rodeaban el internado trazaban una ciudad fantasma.
    Muros cubiertos de hiedra vedaban el paso a jardines salvajes en los que se
    alzaban monumentales residencias.
  • Caserón de Sarrià

    Caserón de Sarrià
    La calle describía una curva que terminaba en una verja igual que muchas otras. Más allá se extendían los restos de un viejo jardín
    marcado por décadas de abandono. Entre la vegetación se apreciaba la silueta de
    una vivienda de dos pisos. Su sombría fachada se erguía tras una fuente con
    esculturas que el tiempo había vestido de musgo.
  • Carrer Margenat

    Carrer Margenat
    Descendí hasta la calle Margenat. Sarriá despertaba a mi alrededor. Nubes bajas peinaban la barriada capturando las primeras luces en un halo dorado. Las fachadas de las casas se dibujaban entre los resquicios de neblina y las hojas secas que volaban sin rumbo.
  • Pasteleria Foix

    Pasteleria Foix
    Mi inesperado desayuno consistió en cruasanes que la joven había traído de la pastelería Foix, en la Plaza Sarriá.
  • Plaza Sarriá

    Plaza Sarriá
    Creo que nunca había sido tan puntual en toda mi vida. La ciudad todavía andaba
    en pijama cuando crucé la Plaza Sarriá. A mi paso, una bandada de palomas alzó
    el vuelo al toque de campanas de misa de nueve. Un Sol de calendario encendía
    las huellas de una llovizna nocturna.
  • Bar Víctor

    Bar Víctor
    Cruzamos frente al agujero negro del bar Víctor. Un grupo de pijos, parapetados
    tras gafas de sol, sostenía unas cervezas y calentaba el sillín de sus Vespas con
    indolencia. Al vernos pasar, varios tuvieron a bien bajarse las Ray Ban a media
    asta para hacerle una radiografía a Marina. « Tragad plomo» , pensé.
  • Calle Dr. Roux Nº 112

    Calle Dr. Roux Nº 112
    Una vez llegamos a la calle Dr. Roux, Marina giró a la derecha. Descendimos
    un par de manzanas hasta un pequeño sendero sin asfaltar que se desviaba a la
    altura del número 112. La enigmática sonrisa seguía sellando los labios de
    Marina.
  • Viejo cementerio de Sarrià

    Viejo cementerio de Sarrià
    Más allá, un jardín encantado poblado por lápidas, cruces y mausoleos enmohecidos palidecía bajo sombras azuladas. El viejo cementerio de Sarrià. Este es uno de los lugares más escondidos de Barcelona. Si uno pregunta cómo llegar a él a vecinos o taxistas, lo más seguro es que no lo sepan, aunque todos hayan oído hablar de él. Los pocos que están en posesión del secreto de su ubicación sospechan que este viejo cementerio no es más que una isla del pasado que aparece a su capricho.
  • Falda de la montaña, cerca del paseo de la Bonanova

    Falda de la montaña, cerca del paseo de la Bonanova
    Cruzamos el Paseo de la Bonanova y ascendimos hacia la falda de las montañas, poblada por palacetes y mansiones que habían conocido mejores épocas. La dama se adentró en la retícula de calles desiertas. Un manto de hojas secas las cubría, brillantes como las escamas abandonadas por una gran serpiente. Luego se detuvo al llegar a un cruce, una estatua viva. El rastro nos llevó a una callejuela sin salida, cortada por los ferrocarriles de Sarriá, que ascendían hacia Vallvidrera y Sant Cugat.
  • Ferrocarriles de Sarrià

    Ferrocarriles de Sarrià
    El rastro nos llevó a una callejuela sin salida, cortada por el
    tramo descubierto de los ferrocarriles de Sarriá, que ascendían hacia Vallvidrera y Sant Cugat.
  • Calle Princesa 33 4º-2º

    Calle Princesa 33 4º-2º
    La calle Princesa ascendía a través del casco antiguo en un angosto valle de sombras. Desfilé frente a viejos palacios y edificios que parecían más antiguos que la propia ciudad. El número 33 apenas podía leerse desdibujado en la fachada de uno de ellos. Me adentré en un vestíbulo que recordaba el claustro de una vieja capilla. Un bloque de buzones oxidados palidecía sobre una pared de esmaltes quebrados.
  • Cala entre Tossa de Mar y la Punta prima

    Cala entre Tossa de Mar y la Punta prima
    A nuestros pies una cala en forma de media luna abrazaba una lengua de mar verde transparente. Más allá, la hondonada de rocas y playas dibujaba un arco hasta la Punta Prima, donde la silueta de la ermita de Sant Elm se alzaba como un centinela en lo alto de la montaña. Desde allí, una escalera horadada en la roca se deslizaba hasta la playa de piedras doradas. El agua era tan cristalina que podía leerse en ella cada pliegue en la arena bajo la superficie.
  • Rambla de los estudiantes, 46-48 Lº Barcelona

    Rambla de los estudiantes, 46-48 Lº Barcelona
    Empezaba a caer la tarde cuando ascendimos por las escaleras que daban a la boca de las Ramblas. Se acercaban las Navidades y la ciudad estaba engalanada con guirnaldas de luz. Los faroles dibujaban espectros multicolores sobre el paseo. Bandadas de palomas
    revoloteaban entre quioscos de flores y cafés, músicos ambulantes y cabareteras, turistas y lugareños, policías y truhanes, ciudadanos y fantasmas de otras épocas. Germán tenía razón; no había una calle así en todo el mundo.
  • Bar de la estación del funicular de vallvidrera

    Bar de la estación del funicular de vallvidrera
    Se acercaba el mediodía y Florián nos invitó a comer algo en un bar que había junto a la estación. A todos nos apetecía salir de aquella casa.
    El dueño del bar parecía amigo de Florián y nos guió a una mesa apartada
    junto a la ventana.
  • Estación del Funicular de Vallvidrera

    Estación del Funicular de Vallvidrera
    La dirección que Marina había conseguido correspondía a una vieja casa que estaba prácticamente al borde del abismo. Los matojos del jardín se habían apoderado del lugar. Un buzón oxidado se alzaba entre ellos como una ruina de la era industrial. Nos colamos hasta la puerta.
  • Ciutat Vella, Raval

    Ciutat Vella, Raval
    Vi calles oscuras y estrechas como brechas cortadas en la roca. Faroles y fachadas góticas en la neblina. Me dejé
    caer de nuevo, desconcertado. Estábamos en la ciudad vieja, en algún punto del Raval. El hedor a cloacas inundadas ascendía como el rastro de un pantano.
  • Gran teatro real

    Gran teatro real
    andamiaje. Una tiniebla espesa velaba una gran marquesina de estilo modernista. Acerté a ver columnas y una hilera de ventanillas decoradas con un intrincado diseño de hierro forjado. Taquillas. Los arcos de entrada que se apreciaban más allá me recordaron los pórticos de un castillo de leyenda. Todo ello estaba cubierto por una capa de escombros, humedad y abandono. Comprendí de repente dónde estaba. Aquél era el Gran Teatro Real.
  • Calle Fernando

    Calle Fernando
    No giró hasta la calle Fernando, en dirección a la Plaza de San Jaime.
  • Conde del Asalto

    Conde del Asalto
    Era el cochero de nuevo. Claret. Esperé a que su figura se desvaneciese y seguí el eco de sus pasos.Tras el rastro de Claret me convertí en una sombra entre las sombras. La pobreza y la miseria de aquel barrio podían olerse en el aire. Claret caminaba con largas zancadas por calles en las que yo no había estado jamás. No me situé hasta que le vi doblar una esquina y reconocí la calle Conde del Asalto.
  • Bodega Valor Barrio Gòtico

    El auricular estaba sucio y grasiento. Junto al teléfono había un platillo de
    vidrio con cajetillas de cerillas impresas con el nombre del establecimiento y un
    águila imperial. Bodega Valor, ponía. Aproveché que el bodeguero estaba de
    espaldas conectando el contador y me llené los bolsillos con las cajetillas de
    fósforos.
  • Plaza real

    Plaza real
    Vislumbré un teléfono público entre los pórticos de la Plaza Real. Sabía que tenía que llamar al inspector Florián cuanto antes y explicarle lo que estaba sucediendo, pero detenerme hubiera significado perder a Claret.
  • Barrio Gòtico

    Barrio Gòtico
    Cuando se internó en el Barrio Gótico, y o fui detrás. Pronto, su silueta se perdió bajo puentes tendidos entre palacios. Arcos imposibles proyectaban sombras danzantes sobre los muros. Habíamos llegado a la Barcelona encantada, el laberinto de los espíritus, donde las calles tenían nombre de leyenda y los duendes del tiempo caminaban a nuestras espaldas.
  • Catedral del Barrio Gòtico

    Catedral del Barrio Gòtico
    Seguí el rastro de Claret hasta una calle oculta tras la catedral. Una tienda de
    máscaras marcaba la esquina.
  • Raval, caballerizas

    Marina señaló hacia las ventanas iluminadas en el tercer piso del anexo al teatro. Reconocí la entrada de las caballerizas. Aquélla era la vivienda de Claret. Nos dirigimos hacia el portal. El interior de la escalera todavía estaba encharcado por el aguacero de la noche pasada. Empezamos a ascender los peldaños gastados y oscuros.
  • Hospital de Sant Pau

    Hospital de Sant Pau
    Desde el taxi, el hospital de San Pablo me pareció una ciudad suspendida en las nubes, todo torres afiladas y cúpulas imposibles. Germán se había enfundado un traje limpio y viajaba junto a mí en silencio. Yo sostenía un paquete envuelto en el papel de regalo más reluciente que había podido encontrar.