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79
Ebriedad o sobriedad
“Rieux aspiró el olor a hierbas amargas de su vaso. Era difícil hablar en aquel tumulto, pero Rambert parecía ocupado sobre todo en beber. El doctor no podía darse enteramente cuenta de si estaba borracho.” -
80
Dureza o justicia
"Campos -decía -, habían hecho campos para los indígenas con tiendas para los enfermos y todo alrededor un cordón de centinelas que tiraba sobre las familias cuando intentaban llevarles, a escondidas, medicinas de curanderas. Era muy duro, pero era justo." -
83
El gramófono
“-No, ustedes no han comprendido que su mecanismo es recomenzar. Rambert fue a un rincón del cuarto y abrió un pequeño gramófono.
-¿Qué disco es ese? -preguntó Tarrou-, creo que lo conozco. Rambert respondió que era Saint James Infirmary. En medio del disco se oyeron dos tiros a lo lejos.
-Un perro, o una evasión -dijo Tarrou. Un momento después el disco se acabó y la sirena de una ambulancia se empezó a distinguir, creciendo al pasar bajo la ventana y disminuyendo después hasta apagarse.” -
86
Sentimientos compartidos
“...algunos de ellos, como Rambert, llegaron incluso a imaginar que
seguían siendo hombres libres, que podían escoger. Pero, de hecho, se podía decir en ese momento, a mediados del mes de agosto, que la peste lo había envuelto todo. Ya no había destinos individuales, sino una historia colectiva que era la peste y sentimientos compartidos por todo el mundo.” -
96
Amenaza natural
“Fue a mediados de ese año cuando empezó a soplar un gran viento sobre la ciudad apestada, que duró varios días. El viento es
particularmente temido por los habitantes de Oran porque como no
encuentra ningún obstáculo natural en la meseta donde está alzada la ciudad, se precipita sobre ella, arremolinándose en las calles con toda su violencia.” -
103
La gran ciudad silenciosa
“Bajo las noches de luna, alineaba sus muros blancos y sus calles
rectilíneas, nunca señaladas por la mancha negra de un árbol, nunca turbadas por las pisadas de un transeúnte ni por el grito de un perro. La gran ciudad silenciosa no era entonces más que un conjunto de cubos macizos e inertes, entre los cuales las efigies taciturnas de bien hechores olvidados o de antiguos grandes hombres, ahogados en el bronce, intentaban únicamente, invocar una imagen desvaída de lo que había sido el hombre.” -
108
El niño
“Los otros enfermos se callaron. El doctor notó
que el grito del niño se había hecho más débil, que seguía
apagándose hasta llegar a extinguirse. Alrededor los lamentos
recomenzaron, pero sordamente, y como un eco lejano de aquella lucha que acababa de terminar. Pues había terminado. Castel
pasó al otro lado de la cama y dijo que había concluido. Con la
boca abierta pero callado, el niño reposaba entre las mantas en
desorden, empequeñecido de pronto, con restos de lágrimas en las mejillas.” -
110
Salvación del hombre
-Es lo que yo no tengo; ya lo sé. Pero no quiero discutir esto con usted. Estamos trabajando juntos por algo que nos une más allá de las blasfemias y de las plegarias. Esto es lo único importante.
Paneloux se sentó junto a Rieux. Parecía emocionado.
-Sí -dijo-, usted también trabaja por la salvación del hombre.
Rieux intentó sonreír.
-La salvación del hombre es una frase demasiado grande para mí. Yo no voy tan lejos. Es su salud lo que me interesa, su salud, ante todo. Paneloux titubeó. -
111
Profecías
“...a medida que los días pasaban, empezaron a temer que aquella desdicha no tuviera verdaderamente fin, y al mismo tiempo aquel
fin era el objeto de todas las esperanzas. Se pasaban de mano en mano diversas profecías de algunos magos o de santos de la
Iglesia Católica. Ciertos impresores de la ciudad vieron pronto el
partido que podían sacar de aquella novelería y propagaron en
numerosos ejemplares los textos que circulaban. Dándose cuenta
de que la curiosidad del público era insaciable...´´ -
119
Estadio
“Entraron, al fin, en el estadio. Las tribunas estaban llenas de gente,
pero el terreno estaba cubierto por varios centenares de tiendas
rojas, dentro se veían catres y morrales. Se había
reservado las plataformas para que los internados pudieran
guarecerse del calor o de la lluvia. Debajo de las
tribunas estaban las duchas que habían instalado, y los antiguos
vestuarios de los jugadores habían sido transformados en despachos o en enfermerías...” -
123
Sentencia de muerte
“...Conocí la pobreza a los dieciocho años, saliendo de la
abundancia. Hice mil oficios para ganarme la vida y eso no me
salió demasiado mal. Pero seguía obsesionándome la sentencia
de muerte. Quería saldar las cuentas del búho rojo y, en
consecuencia, hice política, como se dice. No quería ser un
apestado. Llegué a tener la convicción de que la
sociedad en que vivía reposaba sobre la pena de muerte y que
combatiéndola, combatía el crimen. Yo llegué por mí mismo a ese
convencimiento...´´ -
129
Fiesta del infierno
“La Navidad de aquel año fue más bien la fiesta del Infierno que la del Evangelio. Los comercios vacíos y sin luz, las cajas vacías en los escaparates, los tranvías llenos de caras sombrías, no había nada que pudiera recordar las Navidades pasadas. No había lugar más que para las escasas diversiones solitarias que algunos privilegiados se procuraban a precio de oro en el fondo de alguna trastienda grasienta. Las iglesias estaban llenas de lamentaciones en vez de acciones de gracias...” -
132
Agotamiento
“...la peste no se detuvo al otro día, se
empezó a debilitar más de prisa de lo que razonablemente se
hubiera podido esperar. Durante los primeros días de enero, el frío se estabilizó con una persistencia inusitada y pareció cristalizarse sobre la ciudad. Sin embargo, nunca había estado tan azul el cielo. Durante días enteros su esplendor inundó toda la ciudad con una luz ininterrumpida. En este aire purificado, la peste, en tres semanas, y mediante sucesivos descensos, pareció agotarse...” -
137
Nueva normalidad
“..Tarrou le hizo notar que, la prefectura había
previsto en cierto modo lo imprevisto, instituyendo un plazo
de dos semanas antes de abrir las puertas.
-Han hecho bien -dijo Cottard, porque tal como van las cosas podría ser que hubiesen hablado en balde.
A Tarrou le parecía que era mejor afrontar la próxima apertura de la puerta y la vuelta a la vida
normal.
-Admitámoslo -dijo Cottard-, pero ¿a qué llama
usted la vuelta a una vida normal?
-A nuevas películas en el cine -dijo Tarrou, sonriendo.”