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La Guerra de la Independencia.
La invasión napoleónica en 1808 provocó alzamientos en Extremadura, donde se formó una Junta Provincial en Badajoz para resistir. En 1809, los franceses ganaron la batalla de Medellín y controlaron casi toda la región excepto Badajoz, que cayó en 1811. En 1812, las fuerzas aliadas liberaron Extremadura. Tras la restauración absolutista, muchos liberales huyeron, dejando a la región devastada, despoblada y en miseria. -
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El Liberalismo del siglo XIX.
En este periodo Extremadura padeció nuevamente innumerables calamidades, como guerras, malas cosechas y epidemias. Sin embargo, en líneas generales se produjo un ligero avance socio-económico que permitió un cierto incremento demográfico. -
Las Reformas Liberales.
Tras la restauración absolutista con Fernando VII y el breve Trienio Liberal, Extremadura quedó configurada en las provincias de Badajoz y Cáceres. Las mejoras en infraestructuras fueron escasas, con avances limitados. El ferrocarril, proyectado en 1866, se retrasó por la Revolución de 1868. La nobleza mantuvo su poder, ampliando propiedades con desamortizaciones, mientras que la burguesía permaneció débil y adoptó las prácticas de la aristocracia. -
El problema de la tierra en la Extremadura del siglo XIX.
En el siglo XIX, Extremadura era agrícola, con baja productividad y técnicas atrasadas. La desamortización incrementó el latifundismo, concentrando tierras en nobles y oligarquías, mientras el campesinado, el 80% de la población, vivía en pobreza extrema. La epidemia de cólera en los años 30 agravó la situación. La industria era artesanal y el comercio limitado, mientras el campesinado, que representaba el 80% de la población, vivía en condiciones precarias. -
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Guerras Carlistas
Durante el siglo XIX, las Guerras Carlistas impactaron a Extremadura de forma indirecta. Aunque no fue un escenario clave, la región apoyó mayoritariamente al bando liberal. Las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, impulsadas para financiar la guerra, consolidaron el latifundismo, beneficiando a las élites y empobreciendo a los jornaleros. -
El crecimiento demográfico en el siglo XIX.
En el siglo XIX, la industria era artesanal, el comercio limitado y el campesinado, que era el 80% de la población, vivía en pobreza. A pesar de algunas epidemias, la población de Extremadura se duplicó, pasando de 412,000 a 853,000 habitantes gracias a un descenso de la mortalidad y mejoras sanitarias en áreas urbanas. Sin embargo, en el medio rural la mortalidad seguía siendo alta, reflejando la desigualdad en las condiciones de vida. -
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Estancamiento económico y migración.
En el siglo XIX, la emigración fue un fenómeno clave en Extremadura, impulsado por la pobreza extrema, la crisis agrícola y el impacto de las desamortizaciones, que consolidaron el latifundismo y dejaron a muchos campesinos sin tierras. Los principales destinos fueron América Latina y, en menor medida, zonas industrializadas de España. La emigración provocó la despoblación rural, pero las remesas ayudaron temporalmente a las familias, sin resolver los problemas estructurales. -
La lucha obrera.
A partir de la Restauración, la lucha obrera se intensificó, con la formación de asociaciones marxistas y sindicatos católicos agrarios. En 1900 surgió la Germinal Obrera, que movilizó a miles de campesinos en 1902 por mejoras laborales, enfrentándose a la represión de la Guardia Civil. Aunque la organización fue disuelta y sus líderes encarcelados, las asociaciones obreras y casas del pueblo continuaron expandiéndose en Extremadura durante el primer tercio del siglo XX. -
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La Restauración.
Con el retorno de los Borbones al poder, la situación de la región no cambió sustancialmente. Las viejas estructuras socio-económicas del pasado pervivieron como un fuerte lastre para el posible desarrollo de la región. -
La pervivencia del Antiguo Régimen en Extremadura.
La Restauración mantuvo en Extremadura estructuras del Antiguo Régimen. La sociedad era dual, con una oligarquía terrateniente, formada por aristócratas y burgueses que compraron tierras, y una mayoría de jornaleros sin tierra en condiciones precarias. La clase media era casi inexistente. La economía seguía dependiendo de una agricultura poco mecanizada y de baja productividad, controlada por una élite absentista, lo que perpetuó la desigualdad y la injusticia social.