
Historia negra del caso Schoklender: a 36 años del parricidio que horrorizó al país
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Historia negra del caso Schoklender: a 36 años del parricidio que horrorizó al país
El 30 de mayo de 1981, hace 36 años, Sergio Schoklender cumplía 23. Todavía vivía con su padre Mauricio, con su madre Cristina Silva y con su hermana Valeria. Vivir allí es un modo de decir. Para los jóvenes ese hogar era un infierno. Sus padres estaban separados pero juntos y cada uno hacía su vida en el territorio familiar. El hombre, ingeniero y ejecutivo de una multinacional, había confesado su homosexualidad: estaba en pareja con un compañero de trabajo -
Historia negra del caso Schoklender: a 36 años del parricidio que horrorizó al país
El 30 de mayo de 1981 los hermanos Pablo y Sergio Schoklender asesinaron a sus padres y escondieron sus cuerpos en el baúl del auto familiar. Relato de un crimen que quedó sellado en la memoria colectiva -
Historia negra del caso Schoklender: a 36 años del parricidio que horrorizó al país
A diferencia de Pablo y Sergio Schoklender, que habían sido educados en buenos colegios, Pierre Riviere vivía en el campo, en el sur de Francia, y apenas sabía leer y escribir. Tenía 20 años la tarde del verano de 1835 cuando activó la idea que se le había enroscado en sus pensamientos durante mucho tiempo. Con una hoz degolló a su madre, luego a su hermana y, finalmente, a su hermanito de seis años -
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la historia trágica del padre y explicó, con la memoria del Funes borgeano, cada detalle de cada tormento al que lo sumergió su esposa. Riviere justificó los crímenes bajo la idea de salvar a su papá de la locura de su mamá. Por más absurdo que suene, logró confundir a los jueces, quienes le perdonaron la pena de muerte y lo mandaron a prisión perpetua. La eternidad duró solo cuatro años. Pasado ese tiempo desde la sentencia, el joven asesino se mató en su celda. -
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Casi 146 años después los hermanos Schoklender asesinaron a sus padres bajo el mismo relato autoexculpatorio de una madre tormentosa. "El parricidio es el crimen con el que se hunde quien, mientras lo comete, cree estar saliendo a flote", escribió alguna vez el periodista, narrador y ensayista juninense Juan José Becerra. Y si hay algo que une el delirio asesino de las historias de las familias Riviere y Schoklender es la búsqueda de salvación a través del peor de los delitos. -
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abusaba sexualmente de su hijo Pablo desde que él tenía 12 años. Por eso el más chico de los hermanos varones ya no vivía con el resto de los Schoklender en el cuarto piso de la calle Tres de Febrero en el barrio porteño de Belgrano. Unos meses antes de aquel mayo demencial de 1981 su papá lo mandó a vivir a Uruguay (no lo logró) cuando despertó envuelto en sábanas en llamas. -
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Cuando el primer hilito de vísceras en estado de putrefacción se filtró por el baúl del Dodge Polara bordó de la familia Schoklender, cuando la policía explotó la cerradura del coche estacionado sobre la avenida Coronel Díaz, en Palermo, y adentro encontró los cuerpos destrozados de Mauricio y Cristina se selló para siempre en la memoria colectiva la imagen de los hermanos asociada al horror y a la deformidad. -
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Pablo, hoy un hombre calvo de 56 años, consiguió purgar esa pulsión de vivir fuera de Argentina. Está en Asunción del Paraguay. Allí vive de la construcción de viviendas. No es la única paradoja que marca sus días. Vive escondido pero atrapado por su propio karma. Tachó de su DNI el apellido Schoklender. -
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Pablo había intentado prenderles fuego a él y a Silva mientras dormían tras rociarles nafta. No lo logró y lo echaron de la casa. La insatisfacción arrastrada tras el crimen fallido fue la sentencia de muerte que firmaron sus padres y que ejecutaría Pablo con la ayuda de su hermano mayor poco después. Por eso Sergio creyó que la resaca post celebratoria de su cumpleaños 23 podía ser el escenario perfecto para consumar el deseo de su hermano adorado: librarse de los demonios heredados. -
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Pablo y Sergio mataron a Mauricio y a Cristina entre las 3 y las 5 de la madrugada del 30. Pablo se había escondido en el departamento y esperó a que todos volvieran del festejo del cumpleaños de su hermano mayor. Los hermanos tenían fierros y sogas y la primera en sentir el sacudón del hierro contra su cabeza fue Cristina, cuando se levantó en pijama y vio a Sergio en el living de la casa. Nunca vio a Pablo.