Cencerro NG

  • Mi nacimiento

    Mi nacimiento
    Allá por 1955, Nicolás Gorospe, un joven de 20 años del pueblo navarro Iturgoyen, con su primer sueldo consiguió realizar su mayor deseo: comprar un caballo y una yegua. Con la ayuda de su gran amigo, Epifanio Lazcano, el cencerrero, decidieron crearme. Tenía que ser acampanado, elegante, con un sonido característico y con las iniciales de mi dueño grabadas. Fue a partir de entonces cuando empecé a recorrer la Sierra Andia al cuello de gran caballo Txato.
  • Mi primera aventura

    Mi primera aventura
    En Diciembre de 1958 viviría mi gran aventura junto a Txato. En aquel mes hubo una gran nevada que, junto las ventiscas, provocaron que nos quedáramos incomunicados sin alimentos durante tres días. Al cuarto día, salió un poco el sol, y de repente, nos pareció oír la llamada de nuestro dueño Nicolás. Así que Txato empezó a mover muy deprisa la cabeza, provocando en mí mi sonido característico. Gracias a mi sonido, nos pudieron localizar y así salvar la vida de Txato.
  • De generacion en generacion

    De generacion en generacion
    Tras muchas aventuras junto a Txato, en Octubre de 1970, mi gran compañero murió tras sufrir unas paperas. Por lo que Nicolás tuvo que comprar otro semental para su cuadrilla de yeguas. En memoria de Txato y por mi sonido característico, decidieron que yo seria el cencerro que deberían llevar los sucesivos sementales de la familia Gorospe.
  • Fin de los paseos

    Fin de los paseos
    En Abril de 1980, acabaron mis paseos por el monte, ya que Nicolás se había hecho mayor y decidía retirarse de la cría del ganado caballar. Su hijo iba a seguir con la tradición familiar y decidió retirarme y ponerme en un lugar donde todos los días me viese Nicolás, y así, poder recordar su gran afición por los caballos.
  • La actualidad

    La actualidad
    Como os he contado, siempre tuve un sonido muy característico que me diferencia de los demás cencerros. Gracias a él, cuando nos perdíamos en el monte nos podían encontrar y diferenciar del resto de caballos.
    Actualmente, Nicolás me coge, y, con cara de pena, me mueve para oírme y así recordar nuestras grandes aventuras en la Sierra Andia.