"La cena de Trimalquión"

  • Trimalcio, ese hombre opulento que tiene en el triclinio un reloj que le advierte por medio de un esclavo con bocina cuánto pierde de vida, os espera a cenar-.

  • CAPÍTULO XXVII

    Descargó en ella su vejiga Trimalcio, indicó con un gesto que se le sirviera agua, mojó ligeramente sus dedos y los secó en los cabellos de uno de los esclavos.
  • CAPÍTULO XXVIII.

    Tres siervos, en presencia suya, escanciaban el Falerno; disputábanse a quien bebería más, y por ello derramaban al suelo bastante. Trimalcio les dijo: -Bebed, bebed a mi salud.-
  • CAPÍTULO XXX

    El día III y la víspera de las calendas de Enero Cayo, Nuestro Señor, cenó en esta casa.En una fuente, destinada a los entremeses, había un pollino esculpido en bronce de Corinto. En el lomo del animal dos pequeños platos de plata tenían grabados; en el uno, el nombre de Trimalcio, y en el otro, el peso del metal. Arcos en forma de puente sostenían miel y frutas; más lejos, salsas humeantes en tarteras de plata, ciruelas de Siria y granos de granada.
  • CAPÍTULO XXXI

    Cuando después de todos esos retrasos nos colocamos por fin en la mesa, esclavos egipcios nos vertieron en las manos agua de nieve;
  • CAPÍTULO XXXIII

    se nos sirvió sobre una fuente una cesta en la que había una gallina de madera tallada que, con las alas abiertas y extendidas, parecía empollar huevos. A los acordes de la eterna cantilena, dos esclavos se aproximaron, y escarbando en la paja, sacaron huevos de pava real que distribuyeron entre los convidados. Esta escena atrajo las miradas de Trimalcio:Al efecto se nos sirvieron unas cucharas que no pesaban menos de media libra, y abrimos los huevos cubiertos.
  • CAPÍTULO XXXIV.

    . Entraron seguidamente dos etíopes de larga cabellera, llevando pequeños bolos, parecidos a los que sirven para regar la arena del circo, y en vez de agua nos echaron vino en las manos.
  • FALERNO OPIMIANO DE CIEN AÑOS

    Bien pronto sin embargo atrajo nuestra admiración una especie de globo en torno del cual estaban representados los doce signos del Zodiaco, ordenados en círculo. Encima de cada uno de ellos se habían colocado manjares que por su forma o por su naturaleza tenían alguna relación con dichas constelaciones: sobre Aries, hígado de cordero: sobre Tauro, un trozo de buey; sobre Géminis, riñones y testículos; sobre Cáncer, una corona; sobre Leo, higos de África; etc.
  • CAPÍTULO XXXVI

    Esto descubrió a nuestra vista un nuevo servicio espléndido: aves asadas, una teta de marrana, una liebre con alas en el lomo figurando el Pegaso, etc.
  • CAPÍTULO XXXVIII

    No tiene necesidad, como podríais haber supuesto, de comprar nada, porque nada falta en sus dominios: lana, cera, mostaza y hasta leche de gallina si se te antojara podría servirte.Con objeto de poseer miel ática hizo traer abejas de Atenas, confiando en que la mezcla de sus abejas con las de Grecia mejoraría el producto de los enjambres
  • CAPÍTULO XLl.

    Para ello una bebida caliente es el mejor abrigo. He bebido mucho y no sé lo que digo. Mi vino se ha subido, a habitar en el cerebro.
  • CAPÍTULO XL

    Dos esclavos les seguían llevando una fuente sobre la cual erguíase un jabalí de gran tamaño, con un gorro de liberto, y de cuyos colmillos pendían dos cestillos de palma:
    uno lleno de dátiles de Siria y otro con dátiles de la Tebaida. Dos lechones, hechos de pasta cocida al horno, a ambos lados del animal, parecían colgarse de sus mamas, indicándosenos así el sexo del jabalí.
  • CAPÍTULO XLIV

    . Los hombres hambrientos no podían entonces comerse del todo un solo pan de dos óbolos. Pero, ¿cómo no? Tenemos por edil a un hombre que vendería por un óbolo nuestra vida. Los cocineros del campo están guisando un pollo, un faisán y otras bagatelas; pero los míos están asando una vaca entera.
  • CAPÍTULO XLVII.

    . En efecto, en cuanto desocuparon la mesa al compás de la música, vimos entrar en la sala tres cerdos blancos, enmantados y con cascabeles.
  • CAPÍTULO XLVIII.

    Trimalcio, cuando se nos sirvió un enorme cerdo sobre una gran bandeja que cubrió gran parte de la mesa. Después de elogiar la diligencia del cocinero, jurando todos que cualquier otro hubiera necesitado más tiempo para guisar un pollo, nos causó gran sorpresa al reparar que era el cerdo que se nos servía de mayor tamaño que el jabalí anterior; entre tanto Trimalcio lo examinaba con atención creciente: y -¡Cómo! ¡Cómo! exclamó; ¿este cerdo no ha sido destripado!
  • CAPÍTULO LI.

    Hubo, sin embargo, en otro tiempo un obrero que fabricó un vaso de vidrio que no se podía romper. Algún otro que tú posee ese secreto? Piensa bien y contéstame francamente-.El obrero contestó negativamente, y Cesar lo mando degollar, pretextando que si se propagase ese arte de fabricar el cristal metalizándolo para evitar su fragilidad, el oro perdería todo su valor.
  • CAPÍTULO LIII

    El VII de las Calendas de Julio, en los predios de Cumas, que pertenecen a Trimalcio, nacieron treinta varones y cuarenta hembras. Se han transportado de las granjas a los graneros quinientas mil bolsas de trigo y se han aparejado quinientos bueyes