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La silla de ruedas (Anonimo)
En este caso, el autor del invento ha quedado en el anonimato, aunque quedó constancia de su ingenio. La silla, bastante más compleja que las actuales, fue creada para Felipe II. Las características que la convirtieron en precursora de la actual fue el uso de ruedas y su resplado reclinable. Este artificio data de 1595. Posteriormente, ya en el año 1783, John Dawson de Bath creó una silla considerada la precursora de los diseños actuales. -
El submarino (Narcís Mounturiol)
El inventor catalán Narcís Mounturiol dedicó su vida a estudiar la navegación submarina y creó un artilugio con el que era posible desplazarse bajo el mar. Su primer submarino se llamó el "IctíneoI" (conocido como barco-pez) y fue botado en el puerto de Barcelona el 28 de junio de 1859. -
La calculadora (Leonardo Torres Quevedo)
La calculadora, fue un invento del ingeniero y matemático cántabro Leonardo Torres Quevedo, que diseñó el primer prototipo en el año 1920. También fue inventor del telekino y del teleférico, artilugio que inventó en 1887. -
La grapadora (Juan Olave y Juan Solozabal)
Lo llamaban "cosepapeles", la grapadora fue inventada por dos vecinos de Eibar los dos llamados Juan, el primero se apellidaba Olave y el segundo Solozabal. El invento de la grapadora fué en el año 1932. -
El traje de astronauta (Emilio Herrero)
Fue inventado por Emilio Herrero, ingeniero aeroespacial granadino, en 1935. El español ideó el primer prototipo del traje de astronauta que, posteriormente, fue perfeccionado por la antigua URSS para ser utilizado en sus misiones espaciales. El primer paso de este traje fue la invención de la escafandra, que Emilio Herrero creó para permitir una mejor oxigenación y confort térmico a los pilotos de globos aeroestáticos. -
La fregona (Manuel Jalón)
El ingeniero aeronáutico de origen riojano Manuel Jalón ha pasado a la historia por inventar un objeto tan sencillo como práctico: la fregona. Patentada bajo su propia marca llegó a vender más de 60 millones de unidades en todo el mundo. El escurridor del cubo, que permitía no entrar en contacto con la lejía, y el palo para manejar ‘el mocho’, que evitaba realizar esta tarea de rodillas, fueron las claves del éxito.