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Historia de una fe accidentada

  • Un bautizo predestinado

    Un bautizo predestinado
    Desde que nací fui una persona criada en el seno católico. Mis padres, al predicar tal religión, decidieron bautizarme y encomendarme a Dios. Este hito fue quizás el inicio de mi etapa como cristiano y, por ello, le agradezco a mis progenitores ya que me iniciaron en una comunidad con la que hoy en día me siento representado. Mi fe, tal vez, estaba predestinada, pero, ahora puedo decir, habiendo transcurrido 16 años, que estoy convencido de mi fe y eso me hace sentir orgulloso.
  • El acto que cambió mi perspectiva

    El acto que cambió mi perspectiva
    Este hecho sucedió en el año 2014 cuando yo aún era un niño pequeño y desconocía muchas cosas del mundo real. La fe era para mí algo secundario que era irrelevante en los hechos de mi vida; no obstante, mi abuelo, a quien le agradezco infinitamente, me ayudó a sobrepasar esta etapa de desinterés. Logró que, cada salida a la Iglesia, sea un disfrute y eso me hizo escuchar las reflexiones de los sacerdotes atentamente, las cuales me persuadieron rápidamente y permitieron que mi fe evolucione.
  • Dudas e incertidumbres

    Dudas e incertidumbres
    Mi abuelo, aquel que me dio razones para seguir creyendo en Dios, murió el año pasado. Estaba destrozado porque él me había enseñado muchas cosas y ver que su vida se acababa era algo nefasto. Por unos pocos días, empecé a dudar de la fe católica. Empero, al tiempo, recibí una carta de mi abuelo en la que manifestaba que ya no se sentía bien y que lo mejor era partir al cielo en vez de estar en un mundo terrenal con sufrimiento. Al fin y al cabo creo que tenía razón y mi fe volvió a restaurarse.
  • El acto de confirmación

    El acto de confirmación
    A pesar de que me mantuve firme en mis creencias religiosas, aún no encontraba aquel empujón final que me determinase a ser cristiano en su totalidad. Ese empujón lo encontré a finales del año pasado con mi abuela que, habiendo quedado viuda, aún continuaba siendo muy creyente. Después de un año, la abracé y ella me contó sus vivencias con mi abuelo y cómo él pasó de ser un ateo impasable a un católico ferviente. Esa charla fue el hecho que me convenció para, finalmente, ser católico