Casa del pueblo

  • Nacimiento

    Nacimiento
    Recuerdo el día en que me inauguraron. En un pueblo de Zamora, concretamente, en Fuentelapeña. A decir verdad, era pequeña (teniendo en cuenta todos los que vivirían dentro de mí). María había dado a luz a cuatro niñas preciosas. Eran un poco ruidosas pero eran buenas. Eran muy buenas. Mis habitaciones se repartieron entre la familia y, entonces sí, di por iniciada mi trayectoria.
  • Desconocidos llamaron a mi puerta

    Desconocidos llamaron a mi puerta
    Era una tarde soleada de agosto. María cosía en el patio y Marcelino descansaba en el salón. Las niñas dormían. Silencio. De pronto, unos extraños comenzaron a golpear mi puerta con fuerza. Sabían a qué venían, pero fue tarde para esconderse. Los desconocidos tiraron la puerta abajo y se llevaron a rastras a Marcelino. Las niñas, asustadas, se refugiaron debajo de sus camas. No volvieron a ver a su padre. Aquellos gritos y llantos todavía resuenan en mis paredes.
  • Ampliación

    Ampliación
    Cada vez eran más los que me habitaban. Una de las hijas de María y Marcelino, Rufina, quien se había quedado conmigo, había dado a luz a tres chicos que, a su vez, habían formado sus propias familias. Los nietos de Rufina y Paulino correteaban por mis largos pasillos. Risas, juegos. Mi patio nunca estuvo tan lleno de vida. Tanto, que decidieron construirme un nuevo piso para que hubiera sitio para todos ¡Fue tan emocionante!
  • Cierre del muro

    Cierre del muro
    La casa de al lado y yo estábamos muy unidas. Tanto, que nos conectábamos por una apertura en el muro que separaba nuestros patios. Pero un día sellaron esa puerta. Nunca llegué a entender el porqué, y creo que los niños tampoco. Tanto a ellos como a mí nos inundó de tristeza.
  • Period: to

    Soledad

    Han pasado varios años desde que todo cambió. Me siento tan vacía y triste desde entonces. Hace tiempo que no veo a los niños, aunque ya no serán niños ¿no? Me gustaría ver cómo han crecido, saber qué ha sido de ellos. Todavía puedo escuchar sus risas. Parece que fue ayer cuando recorrían mis pasillos. Asumieron que había mejores lugares en que pasar sus vacaciones. De vez en cuando viene Rufina (Paulino ya no está). Me gusta pasar tiempo con ella. Me quiere. Pero se siente sola, y yo también.