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Gonzalo Escudero línea de tiempo David Sumba 9 "J"

  • Hélices de huracán y de sol

    Hélices de huracán y de sol
    Y hasta en la madrugada de linos arcangélicos
    de tu muerte quisiera buscarle, y en el trémolo
    de una tarde sin fin con arcoíris diáfanos
    y corderos pascuales de hatos inverosímiles
    y golondrinas de oro y campaniles de ángelus.
    Y hasta en las nubes blandas de un otoño translúcido
    que nos haga llorar sin saber cómo...
    Céspedes
    de berilo impalpable han caído de un álamo.
  • Los poemas del arte

    Los poemas del arte
    Buen Señor, con tus barbas de trigo y tus sonoros
    rizos y con tus labios que forjaron supremas
    ansiedades de ritmo en los divinos coros
    y emocines vibrantes en los Rojos Poemas. Zarpan ya nuevamente los sibilinos barcos...
    Mil flechas de armonía van a huir de sus arcos...
    curvos... Los barcos llevan tus perfumadas pompas hacia Reinos extraños donde triunfa la buena
    sonrisa de Princesas, junto a la gran melena
    de Príncipes que tocan las Heráldicas Trompas...
  • "Altanoche" Gonzalo Escudero

    "Altanoche" Gonzalo Escudero
    Relojería de las ostras.
    ¿Qué cortesana vistió en invierno como los armiños?
    Traje dominical de las cebras penitenciarias. Las avestruces raudas son los automóviles de pluma,
    Arana títere de los andamios de cristal. Y todo, para que el murciélago abra el paraguas de la noche.
  • Materia del ángel

    Materia del ángel
    Ya colina de almendra en el reposo,
    ya guitarra de olor en el olvido.
    Que ya se hiela en su aire temeroso
    la clepsidra de tiempo consumido.
    Y se rindió al vestiglo vaporoso
    su tallo de ola y pájaro aterido.
    Ah muerte, capitana de cantares,
    desnuda entró la niña en tus lagares La niña entró en tu cántico desnuda,
    nácar en su destello de inocencia.
    Aderezada como torre aguda
    la arquitectura de su transparencia.
    Desde entonces la perla se demuda
    y empalidece toda refulgencia.
  • Introducción a la muerte

    Introducción a la muerte
    Aquella luz sin ti
    anocheció en el tiempo
    y se esparció en el aire
    su corazón ligero
    para su umbrosa muerte
    de niebla en el silencio. Tú sin aquella luz,
    el corazón ileso
    en largas soledades
    lo guardas bien adentro
    con la estatura insombre
    de una estatua de hielo,
    hasta que un día vengan
    los ángeles enfermos
    y te lleven consigo
    en su liviano vuelo
    a un velorio de estrellas
    y un funeral de viento.